Una de las cuestiones más interesantes que plantea hoy la teoría y la acción política es la de si el realismo equivale al pragmatismo. Es un tema de gran calado porque todavía, ahora a causa de la crisis de la democracia y de su interpretación por determinados actores, el escenario político sigue dominado por la irracionalidad de determinados mitos expresados en planteamientos ideológicos cerrados. Sin embargo, cuando se acercan unas elecciones, retóricamente, como para superar ese cainismo y maniqueismo que sigue instalado en las mentes de no pocas personas, se cantan las excelencias de la moderación, del equilibrio o, por ejemplo, de la sensibilidad social.
En época electoral, se pone el acento en el compromiso real con las personas, surgen nuevos esquemas políticos que buscan realizar posible en lugar de revindicar lo imposible. El grito que reclama las grandes cosas tiene la vibración del moralismo; limitarse a lo posible puede parecer, para algunos, una renuncia a la pasión moral que califican de pragmatismo de los mezquinos. Sin embargo, me parece que debe reconocerse que la ética política más bien se encuentra en saber resistirse a la seducción de las grandes palabras utilizadas para jugar con conceptos generales, como el de humanidad, que se aplican sobre la realidad, sobre los problemas cotidianos.
Ojalá asistiéramos a la recuperación de la política como la acción humana que atiende a los problemas colectivos desde el punto de vista de las posibilidades históricas. De lo contrario, si pedimos al político que transforme la realidad en altos ideales nos encontramos de nuevo con la tesis hegeliana de la imposición del Estado ético. Por eso, el realismo en política no es, como piensan algunos, pragmatismo insustancial o estéril. Parte de la convicción de que la realidad dicta al sujeto el método y los criterios de su conocimiento y no al revés. La realidad se compone de un haz de factores y elementos que deben atenderse desde los programas políticos. Menos palabrería y más compromisos reales, mesurables, verificables y comprobables.