Escuchamos con frecuencia que España necesita un conjunto de reformas de calado en diversos campos y órdenes diseñadas para el progreso y avance de nuestro país. Especialmente, para la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, demasiadas veces tratados como moneda de cambio electoral como ahora comprobamos especialmente. Por ejemplo, en relación con los partidos políticos se proclama, con ocasión y sin ella, sobre todo desde las terminales de los nuevos movimientos, que es menester sustituir un Estado de partidos por un Estado de participación cívica.
Bellas palabras que probablemente se queden en el cajón de las buenas intenciones puesto que el panorama que contemplamos, también desde la denominada nueva política, es más de lo mismo. Por una razón: seguimos instalados en el cainismo intelectual, el pensamiento de confrontación pervive y no se aprecian, ejemplos hay y están en la mente de todos, actitudes y comportamientos que nos ayuden a pensar que por fin nos acerquemos a esquemas de pensamiento abierto, metodología del entendimiento y sensibilidad social.
Vaya por delante que el sistema democrático los partidos políticos es una pieza esencial y que, en función del grado de temperatura democrática que los presida, hoy todavía trufados de esquemas castrenses, tendremos el cuadro real de la calidad del ejercicio de las cualidades democráticas entre nosotros, En este contexto son obvias reformas y transformaciones de profundidad en materias como: circunscripción electoral, a confección y sistema de selección de candidatos, elección interna de los dirigentes….
Siempre se pueden cambiar las cosas, pero eso no quiere decir que tengan que ser cambiadas por la sencilla razón de que el cambio por el cambio no garantiza, en sí mismo, éxito alguno. El cambio en esta materia servirá para algo si el ambiente es propicio, si se inscribe en la coherencia, y, fundamentalmente, si va a mejorar realmente la condición democrática de la vida de los partidos, lo cual no es nada fácil como todos sabemos bien.
Muchas de las reformas que se proponen tiene un evidente tufillo tecnoestructural. Como si se pensara que a través de nuevos procedimientos y nuevas normas todo estuviera resuelto. La democracia, teniendo mucho que ver con normas y procedimientos, se refiere sobre todo a un estilo de vida, no se si utilizar la palabra talante, que rezuma solidaridad, apertura, entendimiento, sensibilidad social y, sobre todo, búsqueda constante del bienestar integral de los ciudadanos en un marco de diálogo y entendimiento dirigidos, es obvio, a la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos.
Jaime Rodríguez-Arana
Catedrático de Derecho Administrativo.
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