Estos días hemos podido leer en los medios de comunicación dos referencias a la moderación que bien vale  la pena comentar brevemente. Por un lado, un ex dirigente de uno de los nuevos partidos advertía que si tal opción entraba por caminos de moderación, estaría perdida. Por otro lado, un dirigente de un partido tradicional, ni corto ni perezoso, ante las dificultades de su formación para obtener mayorías, apelaba a los votantes moderados de la otra fuerza política clásica para que cambien de bando.
Con frecuencia, en el marco de las campañas electorales, la moderación aparece y reaparece. Un término que no siempre se entiende bien, una palabra que ciertamente tiene buena prensa aunque no siempre se sabe que significa.
En efecto, la moderación se apoya sobre la existencia de principios y convicciones. Quien carezca de ellos no es posible que sea moderado puesto que la moderación presupone la proyección los principios a la realidad de acuerdo conla prudencia. Esmoderado quien sabe prudencialmente aplicar los principios a la hora dela decisión. Lamoderación es justo lo contrario dela radicalización. Esradical quien piensa que tiene siempre y en todo caso la razón y que discutir y debatir es perder el tiempo. En el fondo quien así actua o quien así razona está convencido de que el único argumento posible es el suyo, de que la única política a emprender es la que el plantea. Por eso puede haber, y de hecho hay, y no pocos, políticos radicales de derechas o de izquierdas. Ahora, ante las próximas elecciones, comprobamos a diario el desconocimiento de lo que es la moderación. Hasta límites asombrosos.
Hoy todavía colean no pocas reminiscencias del llamado pensamiento ideológico. La realidad no importa. Es el caso, nada infrecuente, en cualquiera de las orillas políticas en que nos situemos, de quienes sostienen posiciones políticas radicales, de quienes defienden posiciones políticas ideologizadas, de quienes protagonizan acciones políticas desmesuradas.
Ordinariamente, quienes toman estos derroteros del radicalismo y de la ideologización lo hacen porque tienen la convicción de que disponen la llave que soluciona todos los problemas, porque disponen del resorte mágico que cura todos los males. Esta situación deriva normalmente de pensar que se posee un conocimiento completo y definitivo dela realidad. Para  ellos, la consecuencia de sus postulados es una acción política decidida que ahoga la vida de la sociedad y que cuenta entre sus componentes con el uso de los resortes del control  a que someten al cuerpo social.
En las antípodas de estos planteamientos se encuentra el espacio de la moderación, del equilibrio, de la reforma razonable y humana de la realidad, del centro político. Desde la moderación se respeta la realidad y se es consciente de que no hay fórmulas mágicas. Por supuesto que se sabe que acciones emprender y se sabe aplicarlas con decisión, pero con la prudencia de tener en cuenta que la realidad no funciona mecánicamente ni se debe interpretar desde el pensamiento único y estático.
En este marco, la moderación no significa medias tintas, ni la aplicación de medidas políticas descafeinadas, tímidas o pusilánimes, porque la moderación se asienta en convicciones firmes y particularmente en el pleno respeto a la identidad y autonomía de cada actor social o político. En otras palabras, la moderación descansa  en la bondad  del pluralismo y se expresa desde las convicciones, no desde las imposiciones.
En fin, desde la moderación, desde la contemplación de la realidad tal y como es,  resulta más fácil pensar en la política como servicio al interés general. Es más fácil porque se está liberado de la esclavitud de la ideología cerrada, de esa cerrazón para ver la realidad que atenaza a quienes se empeñan por atarse a perspectivas de una única dirección. La realidad hay que conocerla, respetarla y mejorarla. La moderación, en definitiva,  invita a nuevas maneras, a nuevos estilos de hacer política, mucho menos radicalizados; fundamentalmente mucho más comprometidos con los problemas reales de todos los ciudadanos. Algo que, entre nosotros, en este momento, brilla por su ausencia. No hay más que leer la prensa estos días.
 
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana