La situación actual, de Estado de alarma formal, de excepción material, no hay más que comprobar los derechos fundamentales en realidad suspendidos, proporciona, desde el punto de vista de la información y la comunicación, de la manipulación y el control social, un caso de manual.
Datos incompletos, contradictorios, ocultación de la realidad del dolor, ausencia de transparencia pasiva, uso en provecho propio del CIS, compra de televisiones, amedrentamiento de la población a través de la instauración de un auténtico arresto domiciliario, “monitorización” gubernamental de los comentarios o noticias “peligrosos”… Ante nosotros, para el que lo quiera ver, para el que se quite las gafas de la ideologitis si la tiene y le impide ver la real realidad, un conjunto de hechos que demuestran la profunda e intensa manipulación a la que se está sometiendo a la población. Una población inerme e indefensa que lo que quiere es que pase cuanto antes esta dura prueba y recuperar la normalidad que sea posible.
Esta situación, que por derecho propio está llamada a ser un caso de estudio en los curso y publicaciones sobre manipulación y control social, justo cuando los ciudadanos se merecen transparencia, claridad, buena gestión, me recuerda las teorías de Edward Bernays sobre la manipulación de masas.
Edwards Bernays, un austríaco hijo de judíos cuya madre era hermana del fundador del psicoanálisis: Sigmond Freud, nada más cumplir su primer año de vida se desplazó con sus padres a New York donde estudió, tras la enseñanza básica y secundaria, un curso de ciencias agrarias para a renglón dedicarse con gran intensidad a una profesión llamada relaciones públicas, de la que es uno de sus pioneros. A los 22 años, en 1913, fundó una de las primeras agencias de comunicación con el propósito de convencer a los líderes empresariales y políticos de que la clave del éxito no estaba en los anuncios sino en las noticias. En orientar las informaciones. Bernays pasa por ser también uno de los inventores del “press release”, del “merchadising” y, según parece, a él se debió la presencia en el cine de los cigarrillos, vigente hasta no hace mucho. Fue consultor político de Wilson durante la Primera Guerra Mundial y de Roosevelt durante el New Deal.
Pues bien, las ideas de Bernays influyeron, no poco, en la teoría de la promoción de los instintos de manada, hoy bien trabajados de forma tan sutil como eficaz por quienes realmente dominan la vida social, invisibles pero persistentes en sus objetivos. En este contexto, las técnicas de control de la mente de Freud, las teorías de Gustave Le Bon, más tarde la aplicación concreta por Goebbels en el nazismo, mostraron cómo se puede manejar, sin especiales problemas, a las masas. El propio Bernays describió su teoría de la necesidad del control y dominio de las masas en la sociedad industrial emergente en los Estados Unidos con unas palabras que vale la pena reproducir porque su puesta a disposición de personajes sin escrúpulos, tanto en el plano financiero, económico, mediático como político, ayudan a entender el proceso de domesticación de la sociedad que en la crisis del coronavirus se vuelve a poner en práctica, ahora sin disimulo.
El texto de Bernays que ahora reproduzco no tiene desperdicio alguno: “La consciente e inteligente manipulación de los hábitos y de las opiniones de las masas es un elemento importante en la sociedad democrática. Los que manipulan ese mecanismo oculto en la sociedad constituyen un gobierno invisible, el verdadero poder dirigente de nuestro país. Nosotros somos gobernados, nuestras mentes son moldeadas, nuestros gustos formados, nuestras ideas sugeridas por personas de los que nunca hemos oído hablar. Este es el resultado lógico de cómo nuestra sociedad democrática es organizada. Por eso, un sinnúmero de seres humanos debe cooperar, de manera grata y cómoda, si quieren convivir en sociedad. En casi todos los actos de nuestra vida diaria, sea en el plano político o de los negocios, en nuestra conducta social o en nuestro pensamiento ético, somos dominados por un número relativamente pequeño de personas. Ellas entienden muy bien los procesos mentales y los modelos de masas. Y son esas personas las que colocan los cordones con los cuales controlan la mente pública”.
En estos momentos de dominio del pensamiento único, en estos momentos de profunda crisis general, en los que a todos se nos invita a movernos por el único carril que la tecnoestructura determina, es cada vez más importante comprometernos con el pensamiento crítico para, no solo desenmascarar tanto gusto por el control y la manipulación, sino para asumir hábitos, no de mesnada, sino de hombres y mujeres libres que quieren solidariamente mejorar las condiciones de vida de los habitantes sobre todo de los más desfavorecidos.
En efecto, el concepto de la mesnada, magníficamente conformado y aplicado durante el nazismo, es también usado, con gran eficacia, al servicio del capitalismo salvaje de este tiempo en el que la especulación y la maximización del beneficio han sido las consignas básicas del mundo empresarial. En el plano político, al grito de la consecución del voto a como dé lugar, el marketing se ha convertido en un fin y los partidos en agencias de colocación para que sus dirigentes disfruten de las mieles y privilegios del mando. Las ideas y las opiniones de la ciudadanía se convierten así justamente en el camino para la propia manipulación y control de la masa. Hoy, en un ambiente de creciente “ideologitis”, resulta más meridiano todavía.
A pesar de la crisis del coronavirus y del confinamiento gubernamental en el que vivimos, tenemos la oportunidad del ejercicio de la libertad de expresión, del pensamiento crítico para no aburguesarnos y quedarnos sometidos a un poder tutelar que pretende gobernarnos también en la dimensión más personal e íntima. Los tiempos que nos ha tocado vivir son una magnífica oportunidad para detener el proceso de alienación a que se ha sometido a tanta gente de buena voluntad y para parar el fenomenal proceso de control y manipulación que sufrimos. Para ello, defendamos con uñas y dientes nuestra libertad, el sacrosanto reducto de nuestra conciencia y luchemos con todas nuestras fuerzas por no adormecernos ante esa música benéfica de la tecnoestructura que ya, sin empacho, hasta nos presenta como inevitable la renuncia a la libertad y la entrega a lo colectivo. La sociedad civil, los ciudadanos que somos los que verdaderamente estamos ganando la batalla al virus, tenemos la palabra, y la decisión, de conquistar día a día las libertades y volver a un Estado de Derecho más robusto, más consistente, porque habrá vencido a quienes quisieron aprovechar la excepcionalidad para imponernos su ideología. Que así sea.
Jaime Rodríguez-Arana
@jrodriguezarana