El PP ha ganado por escaso margen las elecciones del 20-D, el PSOE conserva la segunda posición, seguido de Podemos y de Ciudadanos. El PP se deja varios millones de votos en el camino que no ha podido rentabilizar el PSOE, que sorprendentemente también desciende mientras que los emergentes adquieren una notable relevancia en el arco parlamentario. IU es fagocitada por Podemos, más Podemos que Ciudadanos ciertamente. En Galicia, el PP sigue siendo el partido más votado aunque pierde numerosos apoyos, mientras en la  segunda plaza  aparecen empatados  las Mareas y un PSOE a la baja que también acusa un preocupante desgaste en Galicia. El BNG  vuelve a ser fuerza política extraparlamentaria.
La situación, sin mayoría absoluta, reclama entendimiento de forma que ahora el diálogo va a presidir la vida política en España. Algo que hasta ahora no era necesario debido a la cómoda posición que gozaba el partido del Gobierno hasta el momento.
La gente ha hablado y ha dicho claramente que está cansada de la vieja política, de la corrupción que ha caracterizado la acción política de los partidos tradicionales, de la prepotencia, de insensibilidad social, del olvido de los compromisos electorales. Los partidos que hasta ahora han gobernado España si quieren mantenerse  con dignidad tendrán que afrontar cambios de calado, transformaciones que no se resuelven solo con personas nuevas o con nuevas consignas. La gente lo que está pidiendo es que se la escuche, que se la tenga en cuenta, que en las políticas públicas la participación sea una real realidad. Veremos si la autocrítica que deben hacer quienes dirigen las formaciones tradicionales es auténtica o simplemente se convierte en un ejercicio formal para que los que están en la cúpula mantengan su posición como si nada hubiera pasado.
Los partidos emergentes disponen de un caudal importante de apoyos que han de traducir en la apertura de espacios para que la dignidad del ser humano sea el centro de la política. Es verdad, quien podrá dudarlo, que Podemos ha sabido conducir un descontento y una indignación relevantes que se ha instalado en la sociedad española en estos años de crisis económica. Y no es menos cierto que Ciudadanos, en menor medida, ha sabido también recoger parte de ese amplio sentimiento y, a la vez,  votantes de uno y otro espectro desilusionados con la política de los partidos tradicionales.
En fin, tenemos ante nosotros un nuevo tiempo político que reclama nuevas políticas. Nuevas políticas que requerirán mentalidad abierta, metodología del entendimiento y sensibilidad social. Políticas que han de ser planteadas por personas con genuinas cualidades democráticas, que sepan hacer pedagogía política y que asuman los postulados y compromisos de los idearios que representan. Ojala que a quienes corresponda la responsabilidad de gobernar  en España sean conscientes de que la gente espera que la política se convierta en una actividad que realmente se dirija a la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, no, como hasta ahora en el gobierno de una minoría, por una minoría y para una minoría.
 
Jaime Rodríguez-Arana.