La relación entre deber y derecho es, me parece, una de las cuestiones más interesantes, no sólo de la Filosofía del Derecho, sino del pensamiento actual. En este sentido, cuando sólo se tiene en cuenta la dimensión del derecho, de la reclamación, de la exigencia de posiciones jurídicas, nos encontramos en el dominio del pensamiento único. De igual manera que si únicamente se subrayase la idea de obligación o deber. Lo lógico, lo natural, lo humano -me atrevería a escribir- es el equilibrado engarce derecho-deber. Porque no son conceptos antagónicos o contradictorios, sino complementarios o compatibles.
Norberto Bobbio publicó no hace mucho un libro que lleva por título «Teoría general de la Política» en el que aborda con rigor y sentido común ésta y otras cuestiones de calado. Para Bobbio, la exigencia de derechos nace de la necesidad de defenderse de la prepotencia y de la opresión respecto a todas las formas de poder despótico que hemos conocido a lo largo de la Historia. Así, señala que hemos reivindicado derechos en oposición al despotismo que exige de los súbditos solo deberes y no reconoce derechos. Es, me parece, la máxima expresión de la filosofía hegeliana que lleva al Estado ético, superior a los individuos, y que demanda la necesidad de respeto y sumisión a los ciudadanos. Sin embargo, esto ya pasó. Ahora el Estado, afortunadamente, no lo es todo. Es más, el Estado está al servicio de la gente, para hacer posible el libre ejercicio de los derechos fundamentales de las personas.
Pues bien, el propio Bobbio, en una magnífica entrevista realizada por Mauricio Viroli, historiador del pensamiento político que actualmente enseña en la Universidad de Princeton, confesaba que le gustaría escribir un libro titulado el Estado de los deberes. Es sabido que por iniciativa de la UNESCO, se ha elaborado una Carta de Deberes y Responsabilidades de los Estados, para completar la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Bobbio, que estudió esta Carta, reconoce que no existen derechos sin los correspondientes deberes. Precisamente por eso, si la Declaración de los Derechos del Hombre no quiere seguir siendo -como tantas veces se ha afirmado- un elenco piadoso de deberes, debe existir una Declaración de Deberes y Responsabilidades de quien debe hacer valer estos derechos.
Hoy la pedagogía política debe caminar por este derrotero del equilibrio derecho-deber y por esa difícil frontera de los límites. No es tarea sencilla, pero merece la pena.
Jaime Rodríguez-Arana Muñoz
Catedrático de Derecho Administrativo