Pero ¿qué es la izquierda? Eso es lo que no queda de manifiesto por ninguna parte a lo largo de su artículo. Cierto que no se pretende allí definir tal cosa. Pero si se pretende hilvanar el discurso de fondo que sostiene su análisis, lo único que se encuentra es un ovillo deshilachado, dirigido -al parecer- al consumo interno de los militantes de izquierda.

Sin embargo hoy el discurso de buena parte de la izquierda parece pendiente tan sólo del color ideológico. A su adversario no cabe reprocharle que destruya puestos de trabajo, que ponga la Seguridad Social en bancarrota, que dificulte o dinamite el diálogo social, que enmascare la corrupción, que menoscabe las libertades ciudadanas, no cabe reprocharle tales barbaridades, pero basta con poder echarle en cara el ser de “derechas”, el colmo de todos los males, frente a una “izquierda” que fue, que es y que será -por mucho que pretenda cambiar, y lo consiga o no- la agregación de todos los bienes.

Este es -a mi juicio- el a priori mejor conservado por la izquierda, su patrimonio más celosa y fervientemente conservado: el nombre. Pero lo que significa pertenece al arcano. Los que se denominan de izquierdas y se apuntan a este tipo de discurso nominalista seguirán discutiendo sobre siglas, mientras la conciencia social nos exige eficiencia en la gestión, rigor y coherencia en el discurso y claridad en las cuentas. La apuesta por el centro me parece, se centra en esos objetivos, sin alharacas ideológicas que muchas veces no esconden más que lo que presentan: palabras, palabras.

¿Qué representa la izquierda? Desde luego que la lucha por la justicia, y la justicia incluye la igualdad. Ciertamente no el igualitarismo, es decir, a estas alturas no se trata de que todos tengan lo mismo. Se trata más bien de que haya una distribución proporcionada de la riqueza y de que unos pocos no acumulen todo, dejando en la indigencia a todos los demás. Pero la izquierda es también la capacidad de innovación y de cambio y de adaptación a las nuevas circunstancias económicas, respetando la iniciativa de los ciudadanos.

La izquierda representa también la libertad. Podría afirmarse que izquierda es libertad, porque nadie tiene un compromiso tan importante con la libertad como la izquierda. Porque la libertad no puede confundirse con sus sucedáneos. Y fuera de la izquierda lo que se puede encontrar son apariencias de libertad -no la libertad auténtica- que se defienden por ignorancia o por mezquinos intereses personales o de grupo. La izquierda significa también la protección del débil, del desamparado, del desprotegido, frente al opresor y al abuso del poderoso. Cuando desde fuera de la izquierda se dice defender lo mismo, lo único que se está haciendo es engañar, defraudar espectativas para asegurarse clientelas.

La izquierda significa el progreso, el avance social y económico, frente al conservadurismo, el retroceso, la defensa del interés de los ricos, que representan las formaciones que no son de izquierdas.

Con estos supuestos desde luego que es innegable que la inmensa mayoría de los españoles son de izquierdas, y probablemente la parte más importante de esa mayoría sin saberlo. Yo mismo era de izquierdas y no me había enterado.

Es más, creo que podría ir más lejos y decir que quien no es de izquierdas -siendo eso la izquierda- es un inconsciente, un insolidario, un incivil, incluso –si fuera capaz de decirlo sin que sonara agrio- un imbécil. Empleando el lenguaje de algunos izquierdistas afirmaría, para resumir, que es de derechas. Porque ¿qué queda para la derecha? Pues el resto: la injusticia, el abuso, el autoritarismo, la involución, el atraso, el neanderthal.

La izquierda -lo digo con el mayor respeto a quienes han empeñado su vida en sus ideales, pero también hacia quienes han sufrido las mayores injusticias en su nombre- no es sino una palabra poética, llena de sugerencias para los que militan en sus filas. Pero el trasunto de esa palabra, su sustancia, está en las soluciones, en los programas, en los métodos. Y ahí, en ese terreno, ¿dónde está la diferencia? Quien no pueda responder cabalmente a esa pregunta que deje de importunar a quienes no somos de izquierdas con el discurso eterno de la derecha imaginaria y la izquierda beatífica.

Jaime Rodríguez-Arana

@jrodriguezarana