El affaire de la manipulación del Libo en el mundo anglosajón vuelve a la palestra. Ahora,  porque las autoridades reguladoras de EEUU y del Reino Unido acaban de sancionar al Banco Royal Bank of Scotland, nacionalizado parcialmente por el Gobierno británico, con una multa de 450 millones de euros por participar en semejantes prácticas.
 
El banco admite los hechos constitutivos de la infracción y dice que la abonará y que 21 empleados de la institución estuvieron implicados en el fraude y fueron castigados por ello. En concreto, las autoridades del banco no asumen culpa de la institución financiera porque en su opinión ésta no cometió error deliberado, habiendo sido, en todo caso, de los empleados que tomaban las decisiones acerca del Libor. Ahora, dicen,  después del desaguisado, se han mejorado los sistemas de control y gestión de los riesgos.
 
Sea culpa de los empleados o de la institución, la cuestión es que con la manipulación del Libor el sistema financiero perdió credibilidad y, con ello, el sistema de mercado en su conjunto. La manipulación del tipo de referencia del mercado interbancario durante la crisis, con el de fingir una fortaleza y solvencia inexistente, es una más de las pruebas que demuestran que en su origen y desarrollo encontramos el engaño, la mentira, la codicia.
 
El prestigio de la City , quien lo puede dudar, ha caído como la espuma dando pábulo a tesis e hipótesis acerca de la degradación moral a que se ha llegado en el mundo de las finanzas. En efecto, el escándalo del Libor afecta de lleno a la credibilidad de las instituciones financieras anglosajonas, que, según parece, manipularon la tasa en busca de beneficios económicos y de una imagen que no era real.
 
La magnitud del fraude, por el que el Barklays ha tenido ya que pagar 360 millones de euros y el Banco suizo UBS 1.500 millones de dólares, afectó al tipo de interés interbancario, fijado en la capital de la City bajo la supervisión de la Asociación de Banqueros, y por ello al interés interbancario afectando a hipotecas y demás productos financieros.
 
Estas noticias deberían alertar a quienes están trabajando en las técnicas para la mejora del sistema financiero. No se trata sólo de cambiar las normas, siendo ello necesario. Es menester incidir en las causas reales de la crisis, en las acciones y omisiones de quienes tomaban decisiones en los bancos de inversión, en las comisiones reguladores, en las agencias de calificación o en los reguladores financieros. La mejor de las leyes puede ser corrompida con suma facilidad por la mentira, el engaño, la codicia o la manipulación de quienes están llamados a aplicarlas o a interpretarlas. ¿O no?.
 
 
Jaime Rodríguez-Arana es catedrático de derecho administrativo. jra@udc.es