La relación entre el UKIP de Nigel Farage y las élites británicas refleja exactamente el miedo del establishment ante la emergencia de nuevos movimientos y partidos que apelan a los sentimientos y convicciones del pueblo para hacer política. Es el caso de Podemos en España, del movimiento 5 Estrellas en Italia o del Frente Nacional en Francia. Populismos de diferente color político, pero al fin y al cabo movimientos que se presentan como la encarnación del pueblo, como la más viva expresión de las reivindicaciones y reclamaciones de la gente corriente. Vaya por delante que las ideas y los principios sobre los que UKIP realiza su política y sus propuestas nada tienen que ver con mi forma de entender la política. Pero la reacción que se observa en las élites británicas ante la emergencia de este movimiento, vale la pena analizarla.
En el Reino Unido, los más conspicuos representantes de las nomenclaturas de los partidos tradicionales, así como las principales terminales mediáticas, no cejan, es lógico, en su crítica y censura de la ultraderecha y la xenofobia que destila el UKIP y, sobre todo, contra las incendiarias declaraciones de Farage.
Ante tal estado de cosas, podríamos preguntarnos por las causas de tal proceder, por qué semejante indignación de las élites. ¿ Por qué temen que el populismo, como aconteció en las elecciones europeas, se convierta en un enemigo real?. Seguramente, el temor que caracteriza no pocos representantes de las élites de toda la vida, no viene de la inmigración, pues hoy en día los conservadores están tomando medidas francamente duras y contundentes contra los extranjeros que llegan a la isla en busca de trabajo. Los laboristas en su día, por su parte, fueron quienes apoyaron que rumanos y búlgaros no pudieran trabajar con plenos derechos en Gran Bretaña a pesar de ser miembros de la UE desde 2007.
Tampoco se puede decir que el UPK sea el único partido euroescéptico. Como es sabido, muchos británicos comparten con el UKIP la idea de que la UE, tal y como está conformada en este tiempo, no les representa. Entonces, ¿cuál es la causa de la actitud anti-Farage que se observa en los discursos y parlamentos de las élites británicas?.
En opinión de Brendan O´Neill, la furia de las élites inglesas contra el UKIP reside en la sensación de que Farage y su movimiento han conectado realmente con las aspiraciones de muchos ingleses en un grado desconocido para la tecnoestructura partidaria británica. La falta de conexión con la realidad de los actuales líderes y su incapacidad para entender al pueblo, explican el monumental enfado instalado en los cuarteles generales de las formaciones partidarias y en las terminales mediáticas.
El ascenso del UKIP en las últimas elecciones locales en Gran Bretaña no significa solo el avance del voto protesta. Más bien, lo que parece es que muchos ciudadanos han expresado de esta manera su deseo de ser escuchados, su aspiración a que se les tenga en cuenta, su sueño de ser tratados como personas adultas capaces de debatir sobre los grandes temas que forman parte de la política en general: sobre soberanía, sobre nacionalidad, sobre democracia. Lamentablemente, la mayor parte de los temas que afectan a estas cuestiones se despachan a toda velocidad como si fueran cosas poco importantes.
En realidad, la causa de que tantas y tantas personas en Europa tengan una idea tan peyorativa de la inmigración y la vean como una amenaza a su estándar de vida, es la ideología del multiculturalismo y la censora cultura de relativismo, lo que, como señalaba Brendan O´Neill en Spiked no hace mucho, favoreció que muchos lugares en Europa Occidental hayan terminado convirtiéndose en lugares, alienados, sin tradiciones ni libertad de expresión”.
Es decir, si el populismo avanza, no es tanto por la bondad de sus propuestas y proyectos, que en realidad no son más que vaporosas y abstractas alusiones a más democracia, a más participación, a veces a emociones y aspiraciones al orden o a la seguridad, sino porque ha sabido expresar un sentimiento nuevo, todavía difuso, que apela a los ciudadanos, especialmente a su capacidad de influir y de ser escuchado por los políticos. Como apostilla O´Neill, el populismo ha sabido recoger velas y representar esa gran máxima que los políticos tradicionales debieran recuperar: “quiero ser escuchado. Quiero ser tomado en serio. Quiero recuperar el control sobre mi vida, mi comunidad y mi país”.
El acceso del populismo a los Parlamentos y Ejecutivos se debe, no lo olvidemos, a la inanición tecnocrática y burocrática de unas élites que prefieren la poltrona a resolver los problemas reales de las personas. Son las élites las que han abierto las puertas al populismo. Así de claro.
Jaime Rodriguez-Arana
@jrodriguezarana
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