Según parece, la Comunidad Autónoma de Madrid será pionera en lo que se refiere a la libertad de elección de centro escolar por parte de los padres. Esta noticia, que llama la atención por su novedad en España, debiera ser lo normal.  Tanta libertad como sea posible y tanta intervención como sea necesaria precisamente para asegurar un ejercicio solidario de esa libertad.
 
La realidad nos enseña que el sentido de la intervención pública se justifica precisamente para que la libertad solidaria se pueda ejercer por todos los ciudadanos de la mejor manera posible. En este sentido, por ejemplo, el Estado, artículo 9.2 de la Constitución, en lugar de obstaculizar el ejercicio de la libertad educativa de los padres para elegir el modelo educativo de su preferencia de acuerdo con sus convicciones, debe promoverla, facilitarla. Y facilitar es, eso, hacer posible que, como dispone la Constitución en el artículo 27, los padres elijan el modelo educativo de su preferencia, el que más se ajuste a sus convicciones morales. Por una razón sencilla, porque la Administración existe y se justifica, especialmente en un Estado social y democrático de Derecho, en la medida en que facilita o promueve las libertades de las personas, no en la medida en que lamina el pluralismo y fomenta un modelo educativo único.
 
Desde luego que llama la atención, y no poco, que estos preceptos constitucionales tarden tanto tiempo en materia educativa en implementarse. En otros ámbitos que están en la mente de todos, la Constitución se ha realizado adecuadamente. Sin embargo, en lo que se refiere a la libertad educativa vamos muy retrasados, mucho. En la misma proporción que el compromiso de los dirigentes con el fomento del pluralismo y el ejercicio de la libertad solidaria de los ciudadanos.
 
Como sabemos, en ocasiones la intervención pública en materia educativa se disfraza con el nombre de planificación con el objetivo de impedir que los padres ejerzan su libertad de elección. Ahora, según parece, la Comunidad de Madrid será espacio único para que los padres puedan elegir el colegio para sus hijos.
 
La libertad de elección, es lógico, espoleará a los centros a buscar la excelencia en la docencia y a ofrecer servicios educativos de calidad que promuevan las aptitudes y conocimientos de los alumnos. Los que sigan instalados en la autocomplacencia y en el estatus quo seguramente lo pasarán mal, muy mal, porque sencillamente no tendrán alumnos.
 
En este punto Madrid es un ejemplo. Ahora falta que, poco a poco, para hacer real en todos los sentidos el ejercicio de esa libertad, que se instaure poco a poco el cheque escolar. Algo tan justo como molesto para los enemigos de la libertad.
 
 
 
Jaime Rodríguez-Arana. jra@udc.es